Disfruta este verano con las lecturas “after sun”, son reparadoras, calman y regeneran el espíritu dañado y quemado, aliviando el malestar, se presentan en formato corto o largo y su uso excesivo no tiene efectos secundarios.
Un médico al que debe la ciencia una hermosa teoría fisiológica, y que, joven aún, logró abrirse plaza entre las celebridades de la Escuela de París, centro de luces; al que rinden homenaje todos los médicos de Europa, el doctor Bianchon, ejerció la cirugía antes de dedicarse a la medicina. Sus primeros estudios fueron dirigidos por un gran cirujano francés, por el ilustre Desplein, que pasó para la ciencia con la rapidez de un meteoro. Según confesión de sus enemigos, Desplein se llevó a la tumba su método intransmisible. Como todos los hombres de genio, no tenía descendientes y se lo llevó todo consigo.
«¡Matadme la esperanza! ¡Matad a esa esperanza que piensa en la fecha final, en la fecha inmensamente lejana!», gritaba aquel hombre que por fin fue enviado al Infierno, donde se le alivió la desesperación.
También es triste. Y uno nunca sabe exactamente de dónde viene la tristeza, si de la tragedia que hay en el corazón de las grandes cóleras gaseosas y las lunáticas aventuras de Ignatius, o de la tragedia que rodea al propio libro. La tragedia del libro es la tragedia del autor: su suicidio en 1969, a los treinta y dos años. Y otra tragedia es la posible gran obra que con su muerte se nos ha negado.